martes, 21 de julio de 2009

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Déjese seducir por una obra divertida


Déjese seducir por una obra divertida
Para beneplácito de aquellos que necesitaban que el teatro ofreciera una cartelera de puro entretenimiento, en los últimos años ha surgido una tendencia que combina argumentos digeribles con actores de trayectoria en la TV.

Prohibido seducir a los casados entra en ese grupo. La obra está sustentada en un texto del autor español Julio Mathías, la cual inevitablemente desgrana en escena un argumento salpicado de bromas y chistes acomodados al repentismo del veterano comediante y actor Cuquín Victoria y el hoy tan de moda Fausto Mata.

La obra se desarrolla de un tirón, con una escenografía única en escena, la cual recrea un apartamento al que concurren visitantes eventuales, cuando el inquilino está de viaje.

Además de Victoria y de Mata, en Prohibido seducir a los casados intervienen Hony Estrella, María del Carmen Hernández y Edilí, bajo la producción general del arriesgado y exitoso Rafael Ovalles.

El montaje, como muchos otros que han predominado en el teatro que los teatristas curtidos han calificado de light, marca distancia de la dramaturgia clásica, de esos dramas que usualmente pasan sin pena ni gloria por la sala principal del Teatro Nacional Eduardo Brito.

Prohibido seducir a los casados es una obra predecible, que a mitad de camino --en un parlamento en boca de Cuquín Victoria-- nos deja claro por qué camino transitará su inevitable final. Su duración apenas alcanza la hora y 20 minutos, una bendición para este tipo de obras.

Y de las actuaciones, tenemos a un Fausto Mata que en televisión suele verse más convincente, y a una María del Carmen Hernández físicamente en buena forma y un rol a término medio que no está mal, pero tampoco es más de lo que muchos esperan.

Cuquín siempre es divertido, aún cuando muchas veces se siente que se ha saltado el guión para improvisar con la mejor estampa que puede dejar la experiencia en un actor de su categoría y admiración.

Hony Estrella encontró en este montaje, quizás, el personaje que puede encaminarle a tomarse el teatro más en serio. Porque Honey, dentro y fuera del teatro y la televisión, es Hony: espontánea, repentina, inesperada. De la puesta en escena, quitaríamos un poco de música, de esa música que no es incidencial sino más bien “accidental”.

Pero el teatro de hoy necesita de obras como Prohibido seducir a los casados, y Ovalles puede seguir apostando a ellas, porque el público le ha dado el espaldarazo y eso cuenta. Y mucho.