De lo mismo porque, por más que hacen, el guión
gira siempre sobre las mismas sandeces de siempre: las mujeres se
desviven por acostarse con el buen mozo o con el que tiene mucho dinero,
siguen los dos cómicos haciendo bailecitos para los comerciales de
turno (por cierto, vimos los comerciales para la TV, y nos gustaron
mucho más que la cinta) y, lo peor, siguen surgiendo los diálogos más
hueros que se puedan imaginar.
Esa idea de los
encuentros sucesivos se ha hecho en cine cientos de veces, pero ahora
los vemos y no nos parece que tengan gracia.
La idea del secuestro
de la niña pudo funcionar, si no fuera porque es una acción
argumentalmente destartalada con una niña amordazada, pero sin atar, que
no se quita la mordaza, y si no fuera por el afán de hacer pasar a la
chiquilla como una especie de genio parlanchín que de tanto hablar
marea, y porque la idea de parodiar “Home alone” es burda e inútil, y
porque lo que luego sucede, toda una secuencia de artes marciales, es un
simple pegote que no tiene razón de ser, que no sea la continuidad del
esquema urdido a partir de los ya mencionados “shows”, que no tienen
relación de verdadera continuidad lógica ni añaden nada que valga le
pena al conjunto.
¿Por qué son mejores los comerciales para la TV
que la cinta? Porque en los primeros no hay necesidad de crear los
rasgos sicológicos de los personajes y en la segunda sí, algo que es
elemental en el cine de calidad. Los personajes de Raymond y Miguel no
poseen coherencia como tales. Por un lado, uno es un padre, un hijo y un
marido fiel y amoroso; por otro, un necio que vive pensando y buscando
mujeres y se da el lujo de demostrarlo, pero, al parecer, eso de nada le
sirve porque, de no ser así, ¿por qué entonces tiene 7 meses sin ver a
Linda? Sí puede decirse que la labor fotográfica es correcta, que el
encargado, P.J.
López, si mal no recordamos, sabe mover la cámara,
sabe dónde colocarla, y en lo que se refiere a la musicalización, Alex
Mansilla es mejor profesional que el mismo director del film, apretujado
por su costumbre de hacer comerciales de segundos, y por eso el filme
“suena” bien, aunque los números musicales sean dispuestos, en gran
parte, para el lucimiento de la pareja en el corrido de los “shows”, que
pretenden darle vida a esta chabacana historieta.
Nada que
resaltar en lo que se refiere a aspecto histriónico: Raymond Pozo y
Miguel Céspedes son buenos cómicos… de la TV, y lo que han hecho lo
siguen haciendo, pero no pueden conferir caarácter a sus personajes
porque ni los guionistas ni el director lo hacen, porque son quienes
tienen que hacerlo.
El resto es pura majadería, sobreactuación
continua de los “astros”, de Cheddy García, mucha pose de Carrillo y,
tal vez los más aceptables, los 2 “gangsters” secuestradores, Luis José
Germán e Irving Alberti. Amén.
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